Cuando un forastero viva junto a ti, en tu tierra, no lo molestes. Al forastero que viva con ustedes lo mirarán como a uno de ustedes y lo amarás como a ti mismo, pues ustedes también fueron forasteros en Egipto: !Yo soy Yavé, tu Dios¡ (LEVÍTICO 19:33).
Continuar pensando que refugiados e inmigrantes, sus problemas económicos, dificultades de adaptación al país, los dolores y soledades generadas por el desarraigo, son una responsabilidad individual, resulta simplista y denota, paradojalmente, una grave pobreza de juicio.
Resulta evidente que Chile no se encuentra a la altura de los desafíos internacionales asumidos con respecto a la recepción de reasentados y refugiados; tampoco cuenta con una legislación migratoria que se centre –o al menos se plantee hacer más fácil- la integración social de los inmigrantes; mas bien rige una legislación migratoria (que data del año 1974-1975, es decir cuando Chile atravesaba una dictadura y en tensión con los países vecinos) y que se centra aún en el establecimiento del control migratorio.
La hospitalidad no se decreta.
Continuar pensando que refugiados e inmigrantes, sus problemas económicos, dificultades de adaptación al país, los dolores y soledades generadas por el desarraigo, son una responsabilidad individual, resulta simplista y denota, paradojalmente, una grave pobreza de juicio.
Resulta evidente que Chile no se encuentra a la altura de los desafíos internacionales asumidos con respecto a la recepción de reasentados y refugiados; tampoco cuenta con una legislación migratoria que se centre –o al menos se plantee hacer más fácil- la integración social de los inmigrantes; mas bien rige una legislación migratoria (que data del año 1974-1975, es decir cuando Chile atravesaba una dictadura y en tensión con los países vecinos) y que se centra aún en el establecimiento del control migratorio.
La hospitalidad no se decreta.
Aún cuando la presidenta Michelle Bachelet emitió en septiembre del año 2008, un instructivo presidencial destinado a garantizar las prestaciones mínimas para inmigrantes y refugiados en salud, trabajo y previsión social, lo hizo directamente a las autoridades gubernamentales (ministeriales); pensando que estas tomarían decisiones administrativas para incorporar a refugiados e inmigrantes a planes y programas preestablecidos y garantizados, en teoría, a toda la población chilena. Sin duda es un gesto importante pero sintomático, en la medida que sitúa el foco desde el cual se aprecia la inmigración y el refugio desde el Estado chileno.
Para hacer comprensible esto lo diremos utilizando una metáfora escópica: desde el Estado se ve a los refugiados e inmigrantes desde arriba hacia abajo y esta forma de mirar promueve un tipo de integración hegemónicamente institucional, sistémica al decir de Habermas.
El problema es que este tipo de integración no promueve el contacto o la cohesión social, sino que mas bien genera conflictos y disputas (abiertas o soterradas) entre nacionales y extranjeros que no contribuyen a mejorar las condiciones de vida de refugiados, inmigrantes o chilenos, ya que se les sitúa –a todos- en un lugar pasivo y se les identifica como carentes y no como sujetos colectivos que portan una cultura.
Cambiar el foco de atención.
Cambiar el foco de atención.
Lo que se requiere hoy es cambiar el foco de atención respecto a inmigrantes y refugiados, esto es, pasar de un discurso individualizante, donde la responsabilidad del proyecto migratorio y de la situación de refugio, recaen en los sujetos individuales, a considerar que tanto la migración y el refugio son temas que Chile debe asumir en el umbral de su bicentenario (para estar a la altura de tan importante fecha y mostrar, consecuentemente que se ha avanzado en tolerancia, cultura cívica y “progresismo”) y que, por lo tanto, le conciernen como sociedad.
Esto quiere decir que actores como el Municipio y las organizaciones comunitarias integradas por vecinos e inmigrantes, deben jugar un papel mucho más preponderante respecto a la gestión de la ciudad. Esto debería llevar aparejado un proceso de democratización al interior de las organizaciones vecinales (para que tengan cabida las demandas de inmigrantes y refugiados) y simultáneamente un Municipio capaz de interlocutar con inmigrantes y refugiados, comprendiendo que son vecinos y que requieren apoyo para que su integración social sea efectiva y contribuya a crear una comuna “de clase mundial”.
Nada de esto se puede llevar a cabo si el gobierno no opta por promover una política migratoria y de refugio que aliente la integración social, la reunificación familiar y comprenda, en profundidad, los proyectos migratorios y los conflictos internacionales que generan el refugio.
Desafíos para las instituciones que trabajan con inmigrantes y/o refugiados.
No basta con buenas intenciones para abordar cuestiones complejas como la migración o el refugio. El desafío que hoy enfrentan los organismos que trabajan con población inmigrante y/o refugiada en Chile consiste en lograr instalar en sus equipos profesionales y técnicos, estándares mínimos de formación profesional que combinen conocimientos técnicos (gestión administrativa) y alta especialización.
Otro desafío se encuentra dado por incluir a la sociedad “civil” en sus acciones, sensibilizar a los chilenos “comunes y corrientes” para que derriben los mitos nacionalistas y perjuicios asociados. Esta función resulta fundamental porque, asumir que la diferencia nos enriquece como país y que el desarrollo social, cultural, está más cerca de nosotros cuando nos mostramos hospitalarios y respetuosos a otras culturas.
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