La ausencia de una lengua compartida posibilita el grito apremiante y riguroso, el gesto excesivo, la denotación imprecisa y azarosa que pone al Uno frente a frente al Otro.
Desde mi compromiso con la inmediación, detenidamente observo las transacciones, negociaciones e intercambios que se llevan adelante, se levantan, imagino, entre las fronteras, justo en una región que se da en llamar inexistencia oficial, fantasía. Silencio que arriba y queda suspendido, ángel que no acaba de caer, como un velo, sobre nosotros, deseadamente concomitantes, decididos a suceder (nos) unos a Otros.
Porque el gesto que zarpa desplegándose entre los Dos no tiene dirección ni guarida, sino una frágil exposición, un leve roce que lleva a los cuerpos a, por un momento, extraviarse en su propia posibilidad. Se abrazan y atraviesan a un tiempo, tendidos en paciencia y asemejan semillas de umbrales en los que resistirá un mundo de significaciones brindables y a la que acudirán ellos, cuando sea propicio el contacto.
En esta zona se fragua la belleza, esa que tenderá puentes entre unos y Otros.
Porque el Otro eres tú. Porque la maravilla en que imagino estacionar mi Deseo ya conducido a través de la inmediación, no resulta sino un reflejo de lo que en ti pongo de mí inexactamente: una jugada previa que me vendrá en cualquier sitio, en cualquier mirada. “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.
El otro y yo resultamos unidos por algo más que un intento de circunscripción. Digo ruedan las lágrimas por mi rostro y, nos ocurre. Veo más pero mis ojos no se mantienen en pie.
Desde mi compromiso con la inmediación, detenidamente observo las transacciones, negociaciones e intercambios que se llevan adelante, se levantan, imagino, entre las fronteras, justo en una región que se da en llamar inexistencia oficial, fantasía. Silencio que arriba y queda suspendido, ángel que no acaba de caer, como un velo, sobre nosotros, deseadamente concomitantes, decididos a suceder (nos) unos a Otros.
Porque el gesto que zarpa desplegándose entre los Dos no tiene dirección ni guarida, sino una frágil exposición, un leve roce que lleva a los cuerpos a, por un momento, extraviarse en su propia posibilidad. Se abrazan y atraviesan a un tiempo, tendidos en paciencia y asemejan semillas de umbrales en los que resistirá un mundo de significaciones brindables y a la que acudirán ellos, cuando sea propicio el contacto.
En esta zona se fragua la belleza, esa que tenderá puentes entre unos y Otros.
Porque el Otro eres tú. Porque la maravilla en que imagino estacionar mi Deseo ya conducido a través de la inmediación, no resulta sino un reflejo de lo que en ti pongo de mí inexactamente: una jugada previa que me vendrá en cualquier sitio, en cualquier mirada. “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.
El otro y yo resultamos unidos por algo más que un intento de circunscripción. Digo ruedan las lágrimas por mi rostro y, nos ocurre. Veo más pero mis ojos no se mantienen en pie.
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