Introducción
En el texto que a continuación se presenta existe un afán cierto por dar cuenta de un fenómeno conocido por quienes habitan o trabajan en la comuna de Santiago de Chile: las lamentables manifestaciones de segregación territorial a que se ve expuesta la población migrante internacional de nacionalidad peruana, las repercusiones y proyecciones de ésta diferenciación geopolítica en el acceso a servicios de educación, salud o simplemente a información de calidad.
Hasta la fecha parece existir un tabú respecto a ciertos ámbitos de la migración internacional: por una parte la reificación del migrante (o su trato a-político) y, por otra, la investigación “de especialistas” que no aborda sino eufemísticamente ciertas problemáticas dimensiones que le obligan a tomar partido. De ninguna de estas dos opciones pretendemos ser un ejemplo en lo que sigue.
Lo que pretendemos más bien es mostrar, con un marco de referencia concreto (que se echa en falta en muchas de las variadas investigaciones relativas al tema lo que no hace sino volverlas sospechosas y etéreas), la situación de los migrantes internacionales que habitan en lo que podemos denominar sin efectismos guettos en Santiago.
La noción de guetto hace referencia a lugares (en la sociedad de acogida, recepción o instalación de la diáspora) en que la población busca la protección, la identidad, tradiciones y hábitos de vida minoritario (GEORGE:1985:21) y, por otra parte, denota la función de estos lugares, es decir, la manera en que se constituyen en una respuesta voluntaria (consentida/y con sentido) a la segregación territorial mayoritaria.
Pienso, finalmente, que esta clase de escritos es cada vez más urgente ya que diariamente es posible ver aumentar las evidencias acerca de tratos discriminatorios hacia la población migrante internacional, especialmente la peruana (y crecer el silencio en que esta clase de trato se deposita) a la vez que se produce una cierta naturalización del mal trato hacia el migrante. Contra eso es que escribo.
….Nos han roto los candados de la puerta y ventana, vivimos con mucho temor, puesto que aún no hay justicia ni respecto y amenazan con inventar cualquier pretexto para defenderse, incluso tienen amenazado al dueño de la casa, si es que ingresa al inmueble este señor es una excelente persona, no pagamos arriendo y estos ciudadanos peruanos están causando tanto daño cada día, no podemos vivir tranquilos, ellos están vulnerando el derecho a vivir en paz en nuestro propio país…. CARTA ESCRITA POR UN VECINO DEL BARRIO YUNGAY Y DIRIGIDA A LA PRESIDENTA MICHELLE BACHELET
Las referencias explícitas al concepto de comunidad, con frecuencia, se tornan equívocas o ambivalentes. No sucede lo mismo cuando se procura evidenciar las formas de malestar que actualmente se diagnostican respecto a ella ni mucho menos al denotar el crisol conceptual que les brinda sustento.
En primer lugar, para Charles Taylor tres serían los ejes fundamentales en los que se cimienta y proyecta este malestar: En primer lugar el “desencantamiento del mundo” que generó el individualismo como libertad de opción (y como horizonte ético-moral del proyecto emancipatorio moderno) que implicó, como logro de la modernidad, fragmentar los horizontes morales en los que se anclaba la idea de comunidad hasta el renacimiento; éste desencantamiento, en segundo lugar, se relaciona, según el autor, a la primacía de la razón instrumental como ampliación del primado del cálculo costo-beneficio al orden de lo humano y, en tercer lugar, el individualismo y la razón instrumental engendraron conjuntamente, propone al auto, la manifestación de malestar en la modernidad, especialmente apreciable en una cierta “sintomatología” de lo político en su aspecto subjetivo: “Se trata de que las instituciones y estructuras de la sociedad tecnológico-industrial limitan rigurosamente nuestras opciones, que fuerzan a las sociedades tanto como a los individuos a dar a la razón instrumental un peso que nunca le concederíamos en una reflexión moral seria y que incluso puede ser enormemente destructiva” (TAYLOR: 1994:43 y 44)
Frente a lo que plantea Taylor es dable preguntarse acerca de los impactos en las formas de vida individuales y societales respecto al cuestionamiento del proyecto emancipatorio de la modernidad. Esta vez es Castoriadis quien plantea con fuerza la cuestión a través de la siguiente formulación: ¿Quién podría afirmar, pues, aquello que pretende ser el hombre contemporáneo? Pasemos de los invidividuos al todo: la sociedad presente no se acepta como sociedad, se sufre a sí misma. Y si no se acepta, es porque no puede mantener o forjarse una representación de sí misma que pueda afirmar y valorizar, no puede generar un proyecto de trasformación social al que pueda adherir y por el cual quiera luchar. (CASTORIADIS 1997:31)
La globalización económica y su jaque constante al estado nacional (como formación ideológica-política que permitió el desarrollo del sistema mundial capitalista), parece ser una de las dimensiones que más contribuye a tensionar la idea de comunidad de ciudadanos que comparten una identidad común justamente desde la idea de lo común como proyecto homogeneizante .
Sin embargo la experiencia Norteamericana y Europea acerca de la inmigración es una fuente de controversias persistente respecto a la idea de comunidad que nos acerca, en su facticidad, a las posibilidades e imposibilidades, en las sociedades del siglo XXI, y que, además, permitió abrir debates profundos respecto a la ciudadanía más allá de los límites del estado nacional.
Si consideramos a la comunidad como eje espacio-temporal simbólico homogéneo, arraigado en tradiciones comunes, compartidas y, por lo tanto, la concebimos como el lugar privilegiado desde el que se proyecta la tradición nacional, efectivamente la inmigración es, por fuerza, un factor distorsionador emergente y, a su vez, una tendencia globalizadora permanente.
Ambas realidades: la dimensión estadística, fáctica, en que parece, aparentemente descansar el movimiento migratorio y, por otra parte, el eje simbólico que denota, especialmente respecto a la “ocupación” y resignificación del espacio comunitario, no pueden sino, ser apreciadas respecto a su incidencia simbólica en la homogeneidad nacional general y específicamente respecto a espacios locales nacionales en los que impactan directamente .
Antes de ello vamos a revisar la noción de homogeneidad desde el concepto de nación.
La nación surge, históricamente, como ideología integradora de diversos estamentos tras el renacimiento europeo, la emergencia de los principados italianos y, posteriormente, de los estados nacionales, por lo tanto, le es inherente una identidad primaria cohesionadora que hunde sus raíces en una cierta y conocida tradición compartida o Bildung. Esto, sin embargo, bajo ningún punto de vista quiere decir que estas relaciones, (de saber tradicional, por lo tanto, de pertenencia como proyecto societal o animus societatis) sean equitativas entre los actores sociales o que se encuentren separadas de las relaciones de dominación entre clases sociales ya que, en un primer momento, como señala Bauman la: construcción de naciones significó la aplicación del principio de un estado, una nación y por tanto, en ultima instancia, la negación de la diversificación étnica entre los súbditos. (BAUMAN: 2003:108). En este sentido, el ideal nacionalista, con la modernidad, se enfrentó a la tendencia globalizadora, es decir, debió ceder ante espacios cada vez más regulados por tendencias extraterritoriales (como la economía trasnacionalizada, la cultura de masas o la política social, como mecanismos destinados a responder a la sociedad del riesgo), para poder sobrevivir y, sobre todo, para adaptarse con éxito a ella.
Hoy no resulta inverosímil ni mucho menos anacrónico sostener un ideal nacional, en un contexto de economías de libre mercado. Mucho menos cuando vemos que son a las personas a quienes se les aplican barreras y no al capital que, al contrario, circula libremente. No resulta contradictorio sostener que el ideal nacional tenía como objetivo: privar a los “otros” de su “otredad”; hacerlos indiscernibles del resto del cuerpo de la nación, digerirles completamente y disolver su idiosincrasia en el compuesto uniforme de la identidad nacional. (Ibíd.: 111)
La identidad nacional se encontró, pues, en la modernidad, ante una paradoja: vivir con Otros sin un referente nacional explícito, sino que más bien bajo la insidia protectora del fantasma de la homogeneidad, en la ausencia “cuestionada” de un ideal nacional, finalmente en una comunidad citadina cada vez más ambiguamente heterogénea, en apariencia.
En América Latina la tensión entre procesos de modernización impuestos y aceptados en un contexto de economías transnacionalizadas e interdependientes y, por otra parte, la modernidad, como horizonte normativo de autonomía individual y autodeterminación política, ha generado lo que Sunkel llamó: integración transnacional y desintegración nacional (LECHNER: 1990:74). Esto quiere decir que la integración -económica, cultural y política- implicó la marginalización de vastos sectores de la población nacional de la que el estado perdió el control, y que fue asumida como “costo social” de dicha integración a la economía de mercado.
De este tipo de inserción, en una economía trasnacionalizada, se desprenden algunas consecuencias respecto a la idea de comunidad: por una parte la integración segmenta las sociedades nacionales generando nichos o mercados económicos, políticos y culturales divergentes al interior de una misma comunidad manteniendo las desigualdades sociales y, además modificándolas cualitativamente (Ibíd.:1990:77).
¿Cómo es posible visionar ambos procesos? y sobre todo ¿Cuales son las tensiones que generan a partir de ellos en un espacio local?.
Frente a ambas preguntas consideraremos, en lo que sigue, a la ciudad de Santiago de Chile y, especialmente a la comuna de Santiago, como dispositivo de observación y, por otra parte, la migración internacional de origen peruano (que constituye mayoritariamente la que lo habita y significa), como prisma que nos permitirá refractar, desde ambas, algunas consideraciones preliminares.
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domingo, 2 de septiembre de 2007
Consideraciones acerca de la noción de comunidad en el Barrio Yungay.
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