jueves, 15 de noviembre de 2007

II

Cuando logro pensar en la inmediación, abordo lo que me parece entonces, el movimiento de la irrealidad, me asalta cierta recurrencia dirigida hacia una claudicación donde no media voluntad alguna sino más bien una constitución borrosa que me impide apreciar con nitidez lo que me circunda.
Me deshago, vuelvo a adquirir las palabras como armadura inútil con la que me enfrento a lo impreciso y sus fantasiosas formas: cierto canto olvidado y recuperado accidental pero irremediablemente; el recuerdo de algún genio eléctrico y envilecido abandonado en alguna esquina o las facciones en que me divido en alguna lucha fratricida.
Suburbios de lo vivido, patrias sin dueños, distancias que acaban apenas se insinúan y ya voy entonces comprendiendo algo de la ruta desamparada que media entre cada uno de nosotros, la distancia manifiesta entre la aplicación y la displicencia en el cuidado requerido por la inmediación.
Jamás llegamos al centro, vamos tomado pistas aledañas para recurrir al subterfugio. Terreno del recodo. No hay centro sino un gran vacío, un Desierto compuesto por rutas accidentales e incidentales respecto al eco de ese sitio que nadie logra habitar: la nostalgia del futuro que habita el presente: vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Pavese.

No hay comentarios.: