El otro, el extranjero, puede encontrarse mucho más cerca de lo que pensamos.
No es raro entonces que se le busque a través de la idealización, allá, en el paraíso cosmopolita y no en la cercanía monocultural. Tal vez resulta menos problemático fantasear con el otro y no asumir su proximidad.
En una lúcida nota publicada hace años en la revista de occidente, Gerard Imbert señala que la década de los noventa se abría con el descubrimiento del otro: 1) proveniente de otros países, en la figura del inmigrante, 2) el otro en el seno mismo de la sociedad occidental, figura de la marginalidad (económica, política, social y cultural) y 3) la alteridad encarnada en comportamientos irreductibles, que escapan a la racionalidad social, conductas anómicas, violencia social, barbarie política.
Si bien estos campos han sido abordados profusamente en estudios de linaje y talento diverso e irregular, no deja de parecerme que aún el Otro, continúa formando parte de un conjunto de interrogantes más formales que sustantivas. Difícil no caer en el lugar común o en una idealización de la proximidad y/o la distancia, o a la aún más tentadora “dicha de enmudecer”, al decir del poeta Armando Roa.
¿Por qué un adolescente puede resultar más extraño para muchas personas, que un inmigrante?. Si superponemos a la categoría de adolescente, una cierta cantidad de rótulos como: marginal, desertor escolar, drogodependiente etc etc, tendremos no ya sólo a un extraño, sino a un extraño hostil.
¿Haremos alguna vez un intento consistente por comprender a este joven, sus problemas, preocupaciones, sentimientos y alegrías?, ¿sucumbiremos siempre a la tentación de no por poner en peligro nuestra consabida seguridad?.
No lo sé y no ignoro que este otro deambula por las calles, vive y muere como todos, como un desconocido.
Ángel Marroquín Pinto
En una lúcida nota publicada hace años en la revista de occidente, Gerard Imbert señala que la década de los noventa se abría con el descubrimiento del otro: 1) proveniente de otros países, en la figura del inmigrante, 2) el otro en el seno mismo de la sociedad occidental, figura de la marginalidad (económica, política, social y cultural) y 3) la alteridad encarnada en comportamientos irreductibles, que escapan a la racionalidad social, conductas anómicas, violencia social, barbarie política.
Si bien estos campos han sido abordados profusamente en estudios de linaje y talento diverso e irregular, no deja de parecerme que aún el Otro, continúa formando parte de un conjunto de interrogantes más formales que sustantivas. Difícil no caer en el lugar común o en una idealización de la proximidad y/o la distancia, o a la aún más tentadora “dicha de enmudecer”, al decir del poeta Armando Roa.
¿Por qué un adolescente puede resultar más extraño para muchas personas, que un inmigrante?. Si superponemos a la categoría de adolescente, una cierta cantidad de rótulos como: marginal, desertor escolar, drogodependiente etc etc, tendremos no ya sólo a un extraño, sino a un extraño hostil.
¿Haremos alguna vez un intento consistente por comprender a este joven, sus problemas, preocupaciones, sentimientos y alegrías?, ¿sucumbiremos siempre a la tentación de no por poner en peligro nuestra consabida seguridad?.
No lo sé y no ignoro que este otro deambula por las calles, vive y muere como todos, como un desconocido.
Ángel Marroquín Pinto
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