jueves, 20 de enero de 2011

Éticas prestadas.

Lo ético no se puede enseñar. Si mediante alguna teoría pudiera aclarar
a otro en qué consiste la esencia de lo ético, lo ético carecería de valor.
Wittgenstein

A menudo, quienes se afanan en lo social, se encarnizan (también) en expresiones vacías. Hoy nos ocuparemos especialmente de una de las más recurridas: la ética. Procuraremos hacerlo desde un ángulo poco abordado. He ahí el éxito o fracaso de esta columna.

Ya en su ética a Nicómaco, Aristóteles señalaba las particularidades del saber ético, entre otras, señalaba su carácter práctico: “la virtud del hombre será también el modo de ser por el cual el hombre se hace bueno y por el cual realiza bien su función propia” (ETICA A NICÓMACO,167, Gredos), afirmaba el estagirita.

La ética es pues, desde Aristóteles, un trabajo que implica íntegramente al hombre, a la vez que es un saber de carácter práctico y que se expresa en una cierta “forma de ser” que daría cuenta del desarrollo ético.

Ahora, ¿qué sucede cuando las personas no hacen el trabajo ético sobre sí mismos sino que “piden prestado” modelos éticos, es decir, formas de pensar y actuar? O cuando por pereza optan por “ir con la corriente” y soslayar eso que, desde la Ilustración viene denominándose pensamiento propio (el SAPERE AUDE Kantiano).

Puede ser que recurran a modelos éticos que más que destacar la diferencia (de comportamiento, de una forma de ser), al ser formas “prestadas” y, por lo tanto, sin profundidad, tiendan a uniformar, a replicar el “modelo ético” desde el que provienen.
Esta es la situación en que se encuentran las diversas gamas y layas de militantes y las reglas con que “miden” o creen medir (recordemos que según Borges, la metafísica es una forma de ciencia ficción), éticamente a sí mismos y a los demás.
La ética, en su sentido eminente es distinta algo muy distinto a “coartada”, en sus vertientes intelectuales y prácticas.

Las éticas de esclavos son justamente, las éticas prestadas, aquellas capaces de ser compradas y/o venidas en el mercado intelectual y que, curiosamente para el observador atento, dotan a sus portadores de cierta aura de seguridad que les viene como anillo al dedo y que se adapta a cada circunstancia.

En este sentido cuán brillantes, diferentes y bellos/as, en esta época de reflexión indolora y superficialidad entronada, son aquellos/as trabajadores de lo social que tienen conciencia de las adversas condiciones en que viven (y trabajan) y, aún así, perseveran, consumen y queman todo su combustible para, por un segundo, dejar brillar su autenticidad inútil, tan duramente conseguida y la proyectan en algo que, lejos, supera sus fuerzas.

Ángel Marroquín Pinto
Magíster en Trabajo Social
Pontificia Universidad Católica de Chile

No hay comentarios.: