sábado, 23 de abril de 2011

Fronteras, proyectos y garabatos.

A Andrés Echeverría.

Recuerdo una ocasión en que oí a un joven, al ser consultado por un entusiasta evaluador acerca de los “cambios positivos” generados a propósito de su estadía en una comunidad terapéutica, lo siguiente: “lo mejor es que ahora digo menos garabatos”.

Esta frase, risible y máximamente subjetiva despierta en mi hoy dos reflexiones relativas al quehacer de los programas sociales:

1) La “indeterminable” distancia entre lo que los programas sociales se proponen y la manera en que lo viven sus públicos y;

2) Los resultados posibles de un “otro” tipo de escucha atenta de la frase: “lo mejor es que ahora digo menos garabatos”, y la posibilidad de producir innovación respecto al servicio que ofrece el programa, es decir, una escucha de los públicos ligada a la innovación en programas sociales.


Por lo general los programas sociales identifican un fenómeno[1] y toman una serie de decisiones para implementar promesas de “cambio” que pueden ser más o menos densas, más o menos consistentes y que, sin embargo, parecen ignorar los intereses de sus públicos. Esto no deja de apuntar hacia un tipo de racionalidad programática tautológica donde el público se encuentra “atado” a un programa social y carece de deseos y pensamientos[2].

A mi me parece que cuando el joven del ejemplo aquilata el impacto de las intervenciones desplegadas “en su favor” por la comunidad terapéutica señalando que “ahora dice menos garabatos”, muestra esto como parte de su “proyecto propio”, en el que “ser intervenido” es sólo un fragmento, un “trecho” que expresa su propio “DICHO”. Cuando se dice académicamente: la sociedad es un orden emergente, se está diciendo el usuario no tiene siempre la razón, sin embargo, siempre puede decir SI/NO. Esto nos lleva al segundo punto.

¿Qué posibilidades no se pierden cada día debido al monolingüismo de los programas sociales que no comprenden (porque no interpretan, porque no descifran, finalmente lo social) lo que sus públicos dicen y/o quieren decir?.


En este sentido el deseo (las fantasías inconfesables) de los interventores, los académicos, los públicos y los “intervenidos” parecen movidas en una lógica paradojal: de una parte la tortuga (el joven de los garabatos) y de otra el programa (Aquiles).

Si el programa lograra escuchar el deseo de su público, es decir, sus intereses, pensamientos y emociones, podría adoptar un patrón de decisiones capaz de atravesar las fronteras que parecen dividir dos zonas irreconciliables: el monolingüismo.


Lo que se persigue de las drogas no es el consumo sino las consecuencias del consumo, la pérdida del autocontrol del sujeto, es decir, su soberanía, al decir de Foucault: “el gobierno de sí” y, por lo tanto, las consecuencias que acarrea a la sociedad (delitos, accidentes, etc.), por lo tanto, cuando el joven dice radiante: “ahora digo menos garabatos” señala que su propia “intervención” ha sido exitosa, sin embargo, es el único que parece notarlo. Se ha quedado a solas con su éxito.

Ángel Marroquín

Magíster en Trabajo Social

Pontificia Universidad Católica de Chile




[1] En este sentido los programas que implementan intervenciones sociales premodernas hablan de “problemas sociales”.
[2] En este sentido me parece que, de alguna manera, los organizaciones que implementan promesas no dejan de “fantasear” con sus públicos.

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