martes, 5 de febrero de 2008

La Representación Simbólica de la inmigración. Alteridad y Política Social

Ángel Marroquín Pinto

Introducción

La migración comporta un componente simbólico. La paradoja aparente que se manifiesta en forma de lectura, desde la oposición vernáculo / foráneo resulta estéril en términos comprensivos no sólo por el hecho de dar cuenta de una lógica que secciona y diferencia a un sujeto de un objeto, sino que a la vez enuncia políticamente una contradicción allí dónde no existe. Es también peligrosa en la medida que podría conducir a la reificación de la alteridad.

¿Cómo es entonces posible nombrar sin fijar lo simbólico en la migración?, ¿Cual es su relación (del ámbito simbólico de la migración), en relación al papel que juega la política social respecto a ella?

Frente a estas inquietudes y preguntas son muchos los peligros epistémicos que deben ser sorteados a fin de permitirnos un abordaje complejo de suceso migratorio. Son las paradojas de la configuración y significación de la alteridad respecto a la globalización económica y cultural que deben ser consideradas al intentar dar una respuesta a la relación entre estas interrogantes. Además debemos considerar esa respuesta como provisoria a la vez que en flujo.

A fin de nombrar y aprender el símbolo inscrito en el cuerpo del migrante y la significación de éste en la sociedad y específicamente en la política social (entendida esta como construcción de una comunidad de sentido, es decir, de significación política), es que se plantea el siguiente trabajo.

La política social como eje de configuración simbólica respecto a la migración

El símbolo radica, encuentra su sitio, en la enunciación de un otro a través de un nosotros, emerge, se hace visible, únicamente en relación, por lo tanto constituye eminentemente un referente político, donde este puede ser definido, dentro de las coordenadas de identificación y subjetivación, como el encuentro de dos procesos homogéneos: el gobierno y la igualdad[1].

Constituye, a la vez, parte de las estrategias de intimidad que emergen con la modernidad y dan cuenta de la emergencia del individuo y, como ellas, se encuentra sujeta a los avatares de la racionalización el mundo de la vida privada y a las decisiones personales que diseña el sujeto en ese proceso. (GIDDENS:1995). Con la autonomía moderna de estas áreas, las conductas personales se encuentran inscritas en un sistema complejo de determinaciones que cambian constantemente y que sin embargo construyen una forma de interpretar el mundo y constituir un ordenamiento político estable. Tanto la esfera pública se ve invadida por temas y demandas privados así como la esfera privada se ve invadida por temas y a lo público, ambos inscritos en un sistema de referencias cruzadas y cíclicas. (BAUMAN:2005).

Cuando es el Estado quien nombra, enuncia por mutilación, denota una ruta de accidentes en la que la construcción del otro se da por los parámetros que la mano del Estado tiende como puente hacia los otros. ¿Cuál es ese puente? Ese puente es la llamada Política Pública.

Si bien la noción de política es difusa y problemática respecto a la población en general de una nación, se torna conflictiva respecto específicamente a la alteridad ya que se encuentra en cuestión cuando emerge la figura del extranjero en la nación: ¿Es éste –el extranjero- sujeto de política social? ¿O sólo lo es como reflejo del vernáculo?. Lo político es una unidad, donde esta se genera y proyecta desde funcionamientos intersubjetivos. Esta perspectiva, sin embargo no nos habla del mecanismo desde el que se gesta lo político, dónde, para Lechner:

El sujeto no se construye positivamente y “hacia adentro”, para establecer luego relaciones “hacia afuera”; se trata de un solo y mismo proceso. Presumo que un sujeto se constituye por delimitación a otro. A través del establecimiento conflictivo o negociado de los límites entre uno y otro, los sujetos se ponen recíprocamente[2].

El migrante no es entonces símbolo (como nos podría hacer creer una visión positiva extranjero/vernáculo), sino nexo, intersticio que se enuncia políticamente y desde el que se eleva la construcción política. Por lo tanto el extranjero se “pone” (se pone en juego, despliega su presencia), al mismo tiempo en que se manifiesta, cuestiona, llama al espacio político, ya que lo abre a una alteridad donde ésta va mucho más allá de la que se refiere a la idea de una comunidad “nación”. Enuncia la emergencia de referentes lejanos: el universalismo moral en palabras de Habermas[3].

Los bordes y márgenes, entonces, son empujados más allá de la legalidad en la que pretendían descansar: el ámbito simbólico relativo al migrante se construye en la relación con el espacio público a un tiempo, no le es inherente.

Más que derechos concedidos con la ciudadanía, el migrante debe desplazarse por geografías sinuosas hasta descubrir formas de relación con el país a través del Estado de ese país. Ahí vemos bifurcarse los caminos. Uno de ellos, que comparten turistas e inversionistas, conduce hacia la diferenciación del extranjero por el estatus asociado a su nacionalidad e ingresos. Otro, que comparten los migrantes económicos y políticos, conduce hacia la segmentación espacial y la discriminación[4]. Aquí lo simbólico pasa a ser un atributo y no un producto de la relación: Extranjera y migrante.

El extranjero se mueve desde un Estado a otro, por lo tanto, se le hace necesario junto con la frontera, transitar también y al mismo tiempo, hacia otra forma de configurar lo que se entiende por lo público.

¿Es posible hablar de otro país cuando la globalización económica parece, como aseguran los expertos, difuminar las diferencias e integrar, con su movimiento, a países diversos en un gran conglomerado llamado aldea global?. A pesar de ello los estados nacionales perviven y a ellos se dirige el extranjero[5].

Sin perjuicio de ello existe algo que es llamado política pública y que encuentra su motor en la enunciación de quien se hace para ella visible, es por lo tanto, una maquinaria metafórica que opera sobe intersticios (sobre lo que Norbert Lechner denomina la dimensión subjetiva de la política), y a la vez, actúa sobre sujetos concretos a los que hay que nombrar, hacer aparecer para poner en funcionamiento la maquinaria administrativa. De ello se desprende que no es ingenua ni tampoco que tiene la pretensión de trabajar para seres ingenuos.

Bajo la concepción de un estado de carácter subsidiario, como el actual estado chileno, se ve, la política pública, (ahora profesional, técnica, devenida política específicamente social), permanentemente cuestionada. Por una parte debe lidiar con una interpretación que le asigna un rol pasivo respecto a la política estructural del funcionamiento económico, visión para la cual la política social se remite y es remitida a lo emergencial y no a lo redistributivo y, por otro lado, se ve presionada por los sectores medios empobrecidos que ven como se destinan recursos para aquellos que se encuentran exclusivamente en condiciones de indigencia.

Si bien la política social encuentra su razón (razón administrativa y simbólica) en la acción sobre la población empobrecida, para ello, la re inventa constantemente y da forma a planes y programas específicos y novedosos que se orientan, una y otra vez, a sacar de la pobreza a aquellos seres arrojados allí por inexorables y desconocidas causas económicas. Estas causas se encuentran omitidas de los discursos relativos a las pobrezas. Más que escuchar análisis, la política social brinda oportunidades, se instala en el espacio simbólico.

¿Cuál es, entonces, la intencionalidad que subyace a esta política de Estado?, nombrar pero ¿Para qué? Renombrar para volver a situar al sujeto respecto al estado, volverlo visible para trasformarlo, diríamos, ponerlo al día y recrearlo para justificar la acción de un estado que se ha tornado ausente en otros planos. El nombrar constituye el primer paso de aplicación de tecnologías tendientes a limitar y categorizar al Otro para actuar eficientemente sobre sus cuerpos.
Michel Foucault interpreta el paso al estado moderno desde el medioevo como el paso desde una matriz de poder pastoral a una de individuación. Nueva forma de poder pastoral que cambió los objetivos del estado, es así como el estado:

Dejó de ser una cuestión de guiar a la gente para su salvación en el más allá, para pasar a ser una cuestión de asegurar su salvación en este mundo. En este contexto entonces, la palabra salvación toma significados diferentes: salud, bienestar (riqueza suficiente, nivel de vida) seguridad y protección contra accidentes (FOUCAULT 1986:25).

Entonces encontramos delimitado, aun en términos generales por cierto, el campo de acción del estado a través del paso a su constitución moderna.

Este paso implicó que los oficiales del poder pastoral se multiplicaran ya sea desde el estado así como por parte de privados, representados por las instituciones de caridad y que buscaron mantener paralelamente el control sobre la acción social que tomara ahora el estado.

De lo planteado por Foucault se desprende que se llevaron adelante, a través del paso de la pastoral al estado moderno, prácticas discursivas relativas al otro, formas de nombrar al otro para hacerlo sujeto de acción social ya sea esta pública o privada.

En este sentido la acción del estado respecto al otro se diferenció de la filantropía (etapa previa, de confección de otro que encuentra su raíz en la acción llevada adelante por instituciones religiosas), y de la acción emprendida por la empresa privada. En este ultimo caso se da un movimiento de empobrecimiento del otro para configurar y dar sustento moral a un marco de acción en el que la figura del otro se justifique al interior de un sistema moral.

Emerge entonces como contrapunto, desde el estado, la eficacia y la eficiencia como criterios de efectividad morales ahora aplicados a la política publica.

En un país en el que la tasa de pobreza decreció desde el año 1987 al 2000 en un 20%, pero que al mismo tiempo ve aumentar la brecha de desigualdad respecto a la distribución del ingreso se hizo necesario operar respecto a la población empobrecida con medidas profundas que no sólo actuaran sobre el efecto producido por la distribución del gasto social, sino que al mismo tiempo diversificaran su acción respecto al aspecto simbólico[6].

Es así como nacieron programas sociales especialmente orientados a trabajar sobre una población técnicamente empobrecida. Para ello se crearon categorías a fin de hacerla visible y allí la política pública se instaló como Puente “Entre la familia y sus derechos” donde derechos representa acceso a servicios y bienes y no necesariamente inclusión política o como señala Sandra Vera Gajardo en la concusión de su tesis de grado:

Existe una clase social que tiene sus opciones de integración social subordinada a su condición de excluidos o excluidas. Así entonces existe una condena de integración desigual, que parece contradicha por la frase “salir de la pobreza”, instalada en el imaginario de los ejecutores y receptores de las políticas sociales estatales[7].

Conclusiones

La política social como forma de practica social, habla, genera enunciados, atribuciones referidas hacia el sujeto de la política, el otro. Diríamos crea y ordena enunciativamente situando a su interlocutor en una posición de subordinación.

A este campo de atribuciones (y de orden, estabilidad), hemos venido llamándole espacio de alteridad en la política social. Su practica social se manifiesta, emerge, como discurso y como materialidad, ambos componentes actuando a un tiempo es lo que entendemos por dimensión simbólica de la política social.

El ámbito simbólico que contiene la política social comporta componentes económicos, culturales y sociales en todas sus manifestaciones (discursos, promesas de ascensión social, material didáctico y formas de enunciación entre otras), es decir, constituyen un código.

Hacia el desciframiento de ese código es que apuntamos aquí nuestra intención y desarrollamos el presente trabajo asumiendo los riesgos de interpretaciones apresuradas y vacíos conceptuales. Esperamos remediar ambos prontamente.

Nos situamos estratégicamente en el dispositivo “migrantes” o “extranjeros” a fin de hacer más prístina la observación respecto a un tipo de práctica social.

Desde allí planteamos dos líneas de trabajo futuro:

Explotación de la imagen del otro. Paradoja: siendo mostrado como un sujeto carente es posible explotarlo aún más desde allí.

La explotación se lleva adelante a través de la construcción de una cierta forma de mirar. Por lo tanto, el movimiento se da desde la exposición a la mirada.

Bibliografía.
Bauman Zygmunt. La cultura como praxis. Editorial Paidos. Traducción de Albert Rocca Alvarez. Barcelona España 2002.
Bauman Zygmunt. Modernidad Líquida. Fondo de Cultura Económica. 2005. México.
Bourdieu Pierre. Meditaciones Pascalianas. Editorial Anagrama. Traducción de Thomas Kauf. Barcelona. España. 1999.
Bourdieu Pierre. El sentido práctico. Editorial Taurus. Madrid España 1990.
Corominas Joan. Breve Diccionario etimológico de la Lengua Castellana. Editorial Gredos. Madrid España. 1990.
Foucault Michel. Por qué hay que estudiar el poder: la cuestión del sujeto. En Materiales de sociología crítica. Ediciones de la piqueta. Madrid España 1986. (Págs. 25-36).
Giddens Anthony. La Transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. Editorial Catedra. 1995.
Habermas Jurgen. Problemas de legitimación del capitalismo tardío. Editorial Cátedra. Traducción de José Luis Etcheverry. Madrid España 1999.
Racière Jaques. Política, policía, democracia. LOM Ediciones. Santiago de Chile. 2006.

[1] Donde el gobierno (policía) consiste en organizar la reunión de los hombres en comunidad y su consentimiento, y descansa en la distribución jerárquica de lugares y funciones y, por ora parte, la igualdad consiste en un juego de practicas guiadas por la presuposición de la igualdad de cualquiera con cualquiera y de la preocupación por verificarla. Jacques Rancière. Política, policía, democracia. LOM ediciones. Santiago de Chile. 2006.
[2][2] Lechner Norbert. La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado. En Obras Escogidas. LOM Ediciones. Santiago. Chile. 2005. Pagina 172.
[3] Donde éste significa: “Que se relativiza la propia forma de existencia atendiendo a las pretensiones legítimas de las demás formas de vida, que se reconocen iguales derechos a los otros, a los extraños, con todas sus idiosincrasias y todo lo que en ellos nos resulta difícil de entender, que uno no se empecina en la universalización de la propia identidad, que uno no excluye y condena todo cuanto se desvíe de ella, que los ámbitos de tolerancia tienen que hacerse infinitamente mayores de lo que son hoy; todo esto es lo que quiere decir universalismo moral” Habermas Jurgen. Identidades nacionales y postnacionales. Editorial Tecnos 1994: 117
[4] Esta visión no se pretende definitiva sino gráfica, ilustrativa, a la hora de mostrar que las trayectorias y tránsitos del extranjero se ven influidos por dimensiones externas a ellos y que buscan situarlos simbólicamente como portadores de atributos específicos.
[5] Al respecto parece paradojal que un niño nacido en un país determinado cuente con la nacionalidad de ese país, a través del principio jurídico del juis solis y que brinda preeminencia a la territorialidad del nacimiento como origen de nacionalidad y, a la vez, a través del principio de juis sanguinis que lo brinda por relaciones de parentesco.
[6] Respecto a este punto señala Robert Castel: Es necesario interrogarse sobre las condiciones externas o objetivas, que conducen a la invalidación de ciertos individuos a los que todo falta como “normales”. Articulo del autor en Revista Esprit N 241 mayo-abril 1998.
[7] Movimientos, espacios y sujeciones en la ruta de la pobreza. Discursos de integración social en mujeres beneficiarias del Programa Puente. Tesis para optar al título de socióloga. Sandra Vera Fajardo. Universidad de Chile. Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Sociología. 2006.