lunes, 16 de marzo de 2009

Frontera, piel.


"Cuando dos imágenes singulares, obra de dos poetas que sueñan por separado, llegan a encontrarse, parece que se refuerzan mutuamente"
Bachelard Gastón. La poética del espacio.


Introducción.

El trabajo que se presenta a continuación constituye un intento, un asedio, una aproximación a lo que viene, desde la segunda mitad de los años noventa en Chile, denominándose la “cuestión migratoria”.

Tras una revisión exhaustiva de los registros a partir de los cuales se ha abordado el fenómeno migratorio en el país, pienso que se ha dejado de lado, por diversas consideraciones, un abordaje teórico del tema que permita abrir nuevas dimensiones para ahondar en aquello que se nombra cuando se dice inmigración.

Por consiguiente es necesario un abordaje hermenéutico respecto a la extranjería, más que como expresión como significado. Cuando decimos extranjería, nombramos nuestra búsqueda hacia lo no enunciado, más allá de la inmigración económica entendida ésta como un reduccionismo economicista.

Baste decir que la coherencia del trabajo se encuentra dada por una intuición primordial: buscar a través de la extranjería una dimensión que permita narrarla como experiencia y como campo de saber.

Fragmentos y preguntas se van tejiendo como parte de un panorama complejo y en movimiento en el que no se pretende reificar la imagen del extranjero sino comprender al extranjero que somos para nosotros mimos al decir de Kristeva.

“Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver
[1].


Inmigración.

La globalización, (entendida como fenómeno en el que se proyecta una complejidad que existe más allá de cualquier consideración temporal o territorial)
[2] si bien ha acelerado y abierto posibilidades al contribuir a facilitar y abaratar los costos para emprender un viaje y, por lo tanto, ha ampliado la oferta en relación a él (como posibilidad en el mercado), sub siguientemente a amplificado el Deseo[3] por trasladarse, a la vez que ha generado procesos de diferenciación en las sociedades, ya sean estás últimas de partida o destino. Diferenciación en la medida que han abierto la emergencia a una nueva entidad de sentido: el inmigrante, El extranjero. Tal vez lo que le define, a éste último, es esa mezcla de realidad y potencialidad, una cierta irrealidad. Un ciudadano habitante de la indefinición.

Una de las primeras preguntas que surgen cuando uno piensa en la inmigración es la siguiente: ¿Cuándo la inmigración se vuelve problemática para la sociedad de acogida
[4]?. Responder a esta pregunta nos permitiría encontrar un punto de partida desde el cual plantear la extranjería como eje articulador de diversas dimensiones en las que actúa como vórtice.

Es problemática la extranjería ya que si bien se manifiesta como tendencia interna del proceso de globalización económica al desterritorializar las dimensiones espaciales y temporales a través de la incorporación de altas tecnologías y a promover los flujos migratorios, también porta, instala, nuevas temáticas sociales y culturales que no son consideradas fácilmente ni por el país de acogida ni por el de partida.

La inmigración puede ser considerada como una más de las dimensiones culturales que impone el proceso de globalización a las naciones, sin perjuicio de lo cual hoy opera especialmente en los países desarrollados, como espada de Democles de los problemas sociales en ellos,
[5]entre los cuales la criminalización del inmigrante ocupa un papel paradigmático[6].

En la relación dialéctica entre modernidad y modernización, la inmigración se da en términos desiguales. Bauman, al respecto propone la figura del vagabundo y la del turista para graficar una relación superpuesta y contradictoria en la que los vagabundos, representantes de un movimiento paralelo y radicalmente diferente al del turista:

Están en movimiento porque fueron empujados desde atrás, después de haber sido desarraigados de un lugar que no ofrece perspectivas, por una fuerza de seducción o propulsión tan poderosa, y con frecuencia tan misteriosa que no admite resistencia (….) Los vagabundos son los desechos de un mundo que se ha consagrado a los servicios turísticos.
[7]

Si bien es cierto que el aparato administrativo y legal de un estado no opera abiertamente fomentando o restringiendo la inmigración directamente, sino a través de políticas migratorias que operan sobre vacíos, constituyen las instituciones que componen el estado nacional, diríamos, el espectro de la crisis en la que hoy se mantienen como consecuencia de la globalización económica; muelles en los cuales necesariamente se ven (des) amparados quienes emigran
[8].

Espacios imaginarios que emergen como momento de Frontera, espectrales instantes de confluencia, encuentro y paradojalmente de distancia, aquella en la que se retrotrae a una idea del estado posnacional
[9] como horizonte normativo en un contexto de globalización al decir de Habermas, en nación situada, frontera existente pero precaria en su realidad ya eminentemente administrativa. Vacía de intencionalidad. Ruina.

He ahí el instante en que el país siente la llegada del otro, primer cuestionamiento por la presencia en el territorio, colonización por el recuerdo y el presente que porta el extranjero. He ahí uno de los extremos del territorio a ser narrado
[10], territorio compuesto por los complementarios material y simbólico, actualidad y potencialidad.

Es en este momento en que nos preguntamos acerca de la visibilización del proceso migratorio más allá de la supuesta realidad que prefiguran los archivos y documentos que visan patrias y cercenan zonas de complementariedad por lo administrativo.

Chile se encuentra atravesando uno de los fenómenos demográficos más importantes del siglo XX: la inmigración sistemática (a la vez que la mezcla más importante entre culturas) más importante de toda su historia contemporánea y sin embargo no se percibe que exista una preocupación política relativa al tema. ¿Qué representa ese silencio?.

Tal vez es el silencio la única referencia a la importancia de un cambio que existe más que como regulación como metamorfosis. Nuestro tiempo puede ser definido como tiempo de crisálida, como trasformación por el tiempo, insularidad que añora el contacto esperado y al cual se entrega sin preocupación pero en forma determinada a lo que sucede. Atención distraída pero presente. Añoranza de quiebre, visibilización de lo nuevo como espacio e imaginario.

Zigmunt Bauman, al plantear lo que llama las consecuencias humanas de la modernidad: la generación de lo que denomina residuos humanos, plantea que:

Desechamos lo sobrante del modo más radical y efectivo: lo hacemos invisible no mirándolo e impensable no pensando en ello. Solo nos preocupa cuando se quiebran las rutinarias las defensas elementales y fallan las preocupaciones, cuando corre peligro la confortable y soporífera insularidad de nuestro Lebenswelt que supuestamente protegen
[11].

He aquí una entrada a la extranjería como fractura, como interrupción del tiempo de la Lebenwelt, de la cotidianeidad como simulacro, preparación de una invasión, ciudad, tiempo sitiado por la presencia extranjera.

Es entonces en el ámbito de la cercanía, la proximidad de los cuerpos, donde se nos presenta la extranjería cotidiana como distancia a ser salvada; el lugar donde no se halla regida, donde se torna puro contacto. Dispositivo temporal en el que se produce la fractura del tiempo cotidiano, nexo.

El microespacio del vecindario es, entonces, donde se juega el desfase entre el tiempo del vernáculo y aquel del extranjero.
[12] Tiempo sin referencia, tiempo de encuentro de sucesos que ponen en cuestión lo cronométrico, el tiempo de la forma. Mas bien el tiempo del amor y la espera.

Espacio que no reconoce la institucionalidad (ya sea por desidia como hemos sugerido o por incapacidad de ver nombrar su propio margen, el que sin embargo sospecha), entre la inmigración sostenida y la situación material y simbólica en la que se mueven los extranjeros; las calles y casas que habitan, que hacen propias, esas calles donde al decir de Bachelard: sabemos bien que estamos más tranquilos, más seguros, las calles donde no habitamos más que de paso.
[13]

Plantear el tema de la extranjería sería desde cierto punto de vista, “tornar visible” al debate público un tema que no es relevante debido a la crisis (y de la ficción) de ello que se llama espacio público, menos aún para un país que exporta una imagen país atractiva al inmigrante económico, aún cuando es la indiferencia despreocupada la tónica en relación a un tema que aparece como “artificial” ante la opinión pública y que es asediado por ella únicamente en la medida que le reporta material para la crónica roja o para fomentar sentimientos xenofóbicos cuando no francamente racistas en su discurso
[14], en la forma de enunciar el encuentro.

Ahora, si consideramos que la importancia del fenómeno (numérica y culturalmente hablando) y sus consecuencias podrían ayudarnos a comprender de mejor forma el tipo de sociedad que se encuentra en construcción bajo el periodo de transición a la democracia y supuestamente globalizada económicamente, el tema se torna relevante y nos preguntamos ¿Cómo es que no se presenta un debate y/o reflexión acerca de este momento histórico en el cual el país tiene la posibilidad y el privilegio de dejar de lado antagonismos locales y dar un paso hacia una sociedad transcultural, abierta a la diferencia y hacia la tolerancia? el que vendría a ser, por lo demás, el motivo y ejemplo principal de la globalización cultual europea en la cual se inspiran: el cosmopolitismo como ciudadanía mundial.

Tal vez la globalización económica no sólo no va de la mano de la globalización cultural en Latinoamérica; sino que cuando llega lo hace con todas sus contradicciones, entre ellas, la muerte de la fe en el progreso, la fragmentación de lo social y especialmente el olvido de sí y de los demás entre tanto otros y que contribuyen a crear ese clima enrarecido en que lo Otro es pura ausencia, aún cuando las mercancías circulan libremente:

Por tanto, aún cuando en estos días se habla mucho más de integración entre países latinoamericanos y europeos, y se realizan acuerdos más concretos que en cualquier época anterior, la apertura a los otros, la construcción de una interculturalidad democrática, está más subordinada al mercado que en cualquier tiempo previo
[15].

Es más bien persistente la idea de una cierta displicencia institucional y civil hacia el tema de la inmigración, no ya como un tema “estigmatizante”, sino también como problemática en la que participan actores plurales que son capaces de dialogar y reconocerse en la diferencia, fundar la posibilidad de una ciudadanía plural.

La subsidiariedad de la mirada como estrategia.

Sin duda la respuesta a esta falta de interés en el tema se deba a una cierta mirada subsidiaria que en términos políticos se le debe a aquello que es objeto de incomodidad. Más que minoría no consideradas, bajo un estado de carácter subsidiario se tornan relevantes los problemas cuando no pueden (o no quieren) ser resueltos por el mercado. En este sentido los inmigrantes son consumidores/turistas que encontrándose en un país foráneo y no pudiendo resolver sus problemas económicos, deben someterse a la legislación vigente en el país o abandonar el mismo, clientes molestos a los que hay que atender. El problema es que la ignorancia política del tema lleva a tener una visión sesgada del mismo y a utilizar unilateralmente una política migratoria de carácter regulatoria
[16]. Se torna material la displicencia, es una forma de ver al otro, el estado actúa por omisión.

Se ignora voluntariamente el número de inmigrantes que hoy subsisten en el país, se ignora el hecho de que el inmigrante Latinoamericano que llega a Chile es un inmigrante económico. Se ignora que los motivos para la inmigración son económicos y dicen relación con contextos de pobreza y pauperización de la vida que obligan a cientos de personas a dejar naciones corruptas y en procesos francos de desintegración donde la droga y la violencia terroristas (ya sea de grupos subversivos o del propio Estado acosado) hacen difícil la vida en ella, es decir, se ignora concientemente que la inmigración es una manifestación de la segmentación y disolución de Latinoamérica como idea, como realidad. Por lo tanto la política migratoria es un campo de contacto con la variedad de dilemas sociales, económicos y culturales que afectan a las naciones, por lo que no pueden ser observadas únicamente con la perspectiva de la sociedad que acoge al extranjero. Frontera, piel.

Cuando apreciamos la inmigración no podemos dejar de considerar a aquellos que se quedan en el lugar de origen (los que viajan en el “tren de la ausencia
[17]”), no podemos olvidar a las familias desintegradas o vueltas a formar en el proceso de inmigración, ni los problemas sociales que ejercen como motivadores de la inmigración. La imagen del extranjero contiene la del origen y es el espacio común (vecindario) el lugar donde cristaliza.

¿Cuándo la inmigración se vuelve problemática para la sociedad de acogida? Nos interrogamos nuevamente.

Cuando la fractura social que evidencia la agudiza y provoca.

El diagnostico del presente arroja recurrentes saldos negativos en favor de la construcción de homogeneidades personales. No hay proyecto de sociedad sin interdependencia así como no hay interdependencia sin fragilidad del vínculo social.

Cuando el poder, como discurso hegemónico de la razón economicista, no se enquista en la diferencia sino que homogeneiza en sus patrones de mercado, propone un tipo de integración, igualación en una ciudadanía etérea e indeterminada en la que se puede ser miembro a distancia o a través del acto de comprar. Cuando existen regiones gobernadas por el anonimato anárquico de lo irreducible, de lo que no termina de osificar, de lo que se mantiene en vilo y con ello mantiene también a quien le observa en una tensión que corresponde a un tiempo de suspensión.

Cuando el inmigrante no se compromete con nadie, ni siquiera consigo mismo y permanece mudo y hostil a la esclavitud cotidiana, al imperio de la necesidad, cuando se torna en un extranjero,
[18] fracturado en una rebeldía que se inicia con un tipo de nostalgia y culmina en una revolución metafísica[19], bello en su ilusoria ataraxia. Preso del rencor y del recuerdo, bajo el desgobierno de la melancolía vigilante sin entusiasmo de la ciudad sitiada.

Cuando las instituciones requieren controlar la inmigración. Enmudecer sus discursos e imponer lógicas economicistas. Es el momento del ¿Cuántos?, ¿Cómo? ¿Por qué?. Silencio del qué. Callar motivos para controlar, exponer. Paradoja en la cual se identifica y se ignora a la vez, satisfacción oblicua del que brinda –bienes materiales, simbólicos- que simulan una integración a través del control. Fiesta de la apariencia. Olvidan que el control es ilusorio y la integración un horizonte que permanece en silencio. Saldos de encuestas y cuestionarios contestados con silencio, borroneados por el azar de los escudos.

Extranjero, espejo.

La sociedad performa un discurso para exculparse ante la situaciones en las que viven los inmigrantes ya que se le pone en una situación incómoda, en el dilema de reconocerse extranjeros para sí mismos, reconocer la caída de una idea de homogeneidad cultural, cuna del nacionalismo, tal vez una de las pocas ideas capaces, en la actualidad, de suscitar movimientos de masas y adscripciones al estado. Fútbol como paradigma nacional.

Sin duda es este reconocimiento una de las formas más prácticas y cotidianas de notar las contradicciones en que se sitúa la modernidad (como conjunto de valores en cuestión) y la modernización (como el flujo indiscriminado de personas y mercancías) ante la idea tradicional del estado nacional al desterritorializar fronteras y relaciones.

La llegada del tipo de experiencia que planteaba Berman cuando señalaba la modernidad como experiencia vital:

“un modo de experiencia vital –experiencia del espacio y del tiempo, del yo y de los otros, de las posibilidades y peligros de la vida- que comparten hoy día hombres y mujeres en todo el mundo. Llamo a este cuerpo experiencial la “modernidad”. Ser modernos en encontrarnos en un ambiente que nos promete aventura, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo –y al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que conocemos, todo lo que somos.
[20]

Para el extranjero no hay vértigo seductor sino seducción vertiginosa, novedad permanente sin tradición, pobreza
[21].

La inmigración como dispositivo amplificador de extranjería.

El estatuto de lo real emerge desde lo simbólico a lo material. Es en la palabra en que encuentra su hogar el Ser según dijo Heidegger, la palabra se consuma en la palabra poética según Gadamer. El lenguaje constituye el andamiaje desde el cual se sostiene lo real, por lo tanto, trabajar con lo intangible, lo simbólico, es trabajar al mismo tiempo con un real, un real plural y fragmentado a la vez. Discursos que son personas, mascaras comprometidas con su contingencia. Movimiento fundante.

Kristeva señala que el extranjero es un traductor
[22]de lenguas que en él se encuentran. El extranjero narra posibilidades construye su propio lenguaje y en ese movimiento refleja a quien le interpela.

…yo no veo ninguna diferencia porque yo adonde voy encuentro amigos…

Y sin lo anterior sería difícil llegar a plantear que se es siempre un testigo del extranjero, ya sea este el que reconocemos en nosotros o el que proyecta la presencia en las zonas de contacto móviles que se hallan en el vecindario en forma recurrente, que se participa en un simulacro de verdad en el que la narración se impone como un imperativo en aquellos espacios en los que urge decir, mostrar, evidenciar (revisar archivos, tomar fotografías del lugar de los hechos) para lograr hipotéticamente re construir el instante en el que se comenzaron a encadenar los acontecimientos, no para entregar la información al juez, sino por consideración a todos los que participaron en el acto que fundó, corrigió y dio forma a lo que compartimos, al lenguaje, a la belleza.

La dimensión estética.

La posición del extranjero en el discurso técnico es inespecífica, provoca una alteración.

Construir a partir del cuestionamiento, acechar al concepto de inmigración, cuya expresión compromete a diversos subsistemas, especialmente al jurídico y al político que a partir de la fragmentación –especialización y homogeneización de causas y fallos- legalizan y norman.

Provocar una experiencia semántica conjunta que disocie los significantes que desde allí cristalizan en la excusión del inmigrante devenido extranjero, renovado de su especificidad, abierto a una nación plural próxima: al vecindario. Amplificar la voz del descontento y el discurso que pone en cuestión binomios categóricos como el adentro/afuera, vernáculo/extranjero. He ahí la perspectiva del asedio, la rebeldía.

De qué forma hacerlo, si se nos antoja frágil y oculta la palabra que descalifica, denuncia emerge soterrada, subrepticia y se hace risible para encontrar camuflaje en la aridez. Humor que evidencia a quien interpreta el mensaje depositado por el poder a través de un dispositivo de seducción, una transacción soterrada, íntima de significados. Palabras que se cierran en el silencio.

Una estrategia discursiva que promueva sacarla de su escondite y desnudarla a la luz de un colectivo puesto en juego, he ahí lo que proponemos. Sembrar una duda. Disponer y hermanar objetividades que hablen acerca de la alteridad en un contexto de exclusión como posibilidad de una idea de nación y estado en cuestión permanente. Llamar al estado a descifrar la alerta, dar la palabra a la situación:

…ser extranjero es ser un desconocido… a cualquier parte que vas acá te miran y te dicen eres extranjero… como que no te ven…los pobres son extranjeros…como que te hacen a un lado…no te toman atención... no te toman importancia…eres como invisible… (ME2)
[23]

Rastrear el discurso que se mantiene a la intemperie. Personas que constituyen los nudos críticos a partir de los cuales se amplifica, crece y se expande la diferencia. Individualizada y soterrada. Gestos nimios, subjetividades que resisten al discurso hegemónico de la diferencia homogeneizante.

Trabajar sobre el discurso ideológico, sobre la palabra del poder. La estrategia: Seducción. Buscar discursos que produzcan y promuevan nuevas subjetividades.

Trocar el nombre singular de inmigrante por la pluralidad de la mascara. Dar la palabra a lo siempre Otro, decir alteridad.

Alteridad en cuestión.

¿Qué significa quebrar la idea que se tiene del otro como posibilidad de alteridad?

Significa primero instalar la pregunta en mi mismo para luego compartir los hallazgos de ese encuentro. Toda práctica contiene una dimensión semántica, es allí, en el espacio que ocupa la palabra (como veladura) que se instala como radicalidad la quiebra del otro. En palabras de Teresa Matus:

El reconocimiento identitario, aquella confrontación permanente entre otros, con el otro, se vuelve un cruce relevante en toda intervención social. En el proceso de comprender su dimensión simbólica y desplegarla en forma propositiva, se juega el Trabajo Social contemporáneo
[24].

Como lo dice Pessoa en el fragmento Estética del artificio: "La vida perjudica la expresión de la vida. Si viviese un gran amor nunca lo podría contar"
[25].

En la palabra, su registro, en el territorio, va quedando sedimentada la imagen del otro. Es el momento del cartel, del rayado (SE ARRIENDA PIEZA A PERSONA SOLA O NO SE ADMITEN PERUANOS).

Es así como la palabra acerca del extranjero se encuentra preñada de posibilidad, saturada de demandas de subordinación que permanecen agazapadas tras la forma de tolerancia. ¿Puede haber tolerancia sin diferencia? ¿Es la diferencia una distancia demasiado insalvable para el extranjero? ¿Desnuda ésta al vernáculo como otro extranjero?

Creo que si es posible una ética en relación a la extranjería esta se da en la posibilidad de develar categorías que se han demostrado obsoletas para contener la complejidad y sustancia (metamorfa) de lo que se entiende hoy en el país por extranjería.

Diferencia, tolerancia, integración, son, entre muchas otras, monedas que perdieron su valor en el fragor de la transacción acelerada y virtual que impuso la globalización como fenómeno cultural. Hoy reina la emergencia de lo nuevo como posibilidad de no desear contener, siquiera por un momento, la fugacidad de lo que acontece.
El campo estético

El hecho de que el fenómeno migratorio se halla dado en forma sostenida y sin un impacto mediático instantáneo (sino que más bien tardío y relacionado a eventos específicos, delincuencia, insalubridad, filantropía etc.), ha suscitado diversas reacciones en el país. El desfase entre la radicalidad de lo fáctico y las categorías comprensivas se ha traducido en una distancia entre el extranjero y la realidad en que vive.

Aún cuando no se percibe al extranjero como otro, aparece anclado en su tránsito, se le invisibiliza (en ese sentido su situación no es diferente a la del paria urbano o vagabundo que a costa de persistir en su presencia se torna invisible, parte del paisaje urbano, a esa clase de invisibilización hacemos referencia), a costa de verlo diariamente se torna invisible, común, parte de la Lebenwelt.

Existen zonas de contacto entre el extranjero y la comunidad en la que habita, hablan de ella las paredes y los almacenes, establecimientos educacionales, las ferias libres y empleos; espacios que comparten con la comunidad barrial.

Este desfase estético se traduce en la radicalidad de la apuesta estética que porta el extranjero y que se enquista (ocupa, resiste, invade) el espacio local. Muros rayados, espacios de comunicación. Espacio publico alterado por y en la diferencia. Muro que grita, llama y no es distinguido por el transeúnte apresurado porque ya es parte de él, vive en él.

Como en esta vitrina; ojo que observa en silencio:

Poner en cuestión la idea de territorio.

Se muestran zonas en las que se producen encuentros, cotidianos, entre la comunidad (esa entidad conformada, entre otros por vernáculos y extranjeros de todas las especies). Nodos profundamente éticos donde se produce subjetividad y se intercambian posiciones relativas a la alteridad. Zonas ocupadas por la forma del intercambio, almacenes, inmuebles donde el contacto entre los extranjeros es un hecho. Áreas en las que se ejecuta el reconocimiento como política. El problema es que ese no es un espacio ganado, es una zona en que no existe posibilidad de horizonte compartido, no es un espacio que pueda ser juzgado, llamado; es un espacio que espera ser obedecido, dónde el vernáculo tiene el poder, el conocimiento geográfico del territorio.

[1] Pedro Páramo. Juan Rulfo. FCE. México 2002.
[2] Recordemos que sin perjuicio de las características de los procesos migratorios locales, el movimiento de la población es un hecho antiguo como la conciencia del hombre, hasta dónde alcanza el recuerdo y que a su vez ha puesto en cuestión conceptos como Estado, nación y territorio.
[3] Cuando Foucault habla del deseo lo hace en relación al poder, como su anverso, en una relación en la que el poder: no consiste únicamente en reprimir –en impedir, en oponer obstáculos, en castigar-, sino que penetra más profundamente creando el deseo, provocando el placer, produciendo el saber”. Estrategias de poder. Obras esenciales. Editorial Paidos. Madrid España 1999.
[4] Pregunta formulada por la dicente en el curso de Propuestas contemporáneas en Trabajo Social. Universidad Católica de Chile. Primer semestre. 2006
[5] Bourdieu Pierre. Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Editorial Anagrama. Barcelona. España. 2000.
[6] Wacquant Loïc. Parias urbanos. Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio. Editorial Manantial. Buenos Aires. Argentina.2001.
[7] Bauman Zygmunt. La Globalización. Consecuencias humanas. Fondo de Cultura Económica. Argentina 1998. Pag 121.
[8] En Chile pera una política migratoria de carácter regulatorio, es decir, que enfatiza , sobre otros puntos, (como la reunificación familiar o la promoción de derechos laborales del extranjero), la regularización permanente de los flujos migratorios. Indirectamente opera ordenando al aparato administrativo del Estado la marginación y dificultad para acceder a prestaciones mínimas a los extranjeros que se hallan indocumentados. Opera políticamente en forma indirecta, lo que la hace más eficiente en sus objetivos soterrados.
[9] Señala Habermas que: “como reacción a la presión uniformadora de una cultura material de carácter mundial se forman a menudo nuevas constelaciones que no igualan las diferencias culturales existentes , sino que crean una nueva pluralidad de formas híbridas”. La constelación posnacional. Jurgen Habermas. 2002. Barcelona España. Pag 102.
[10] Narrar constituye uno de los desafíos más importantes para el lector. Un lector. Tal vez la experiencia permanece muda sin un registro que hable de su fisura, tal vez de la imposibilidad en la que se funda cualquier conclusión, por lo tanto, la narración siempre va a la saga de aquello que llamamos realidad, tal vez existan momentos en los que la narración se logre aproximar a lo que sucede, a lo que Gastón Bachelard llamó la Poética del espacio.
[11] Zigmunt Bauman Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Paidos Ediciones. Buenos Aires Argentina. 2006.
[12] Ambos caras de una misma moneda, extranjeros para sí mismos, potencialidad y actualidad: sentido.
[13] Bachelard Gastón. La poética del espacio FCE. México 2001. Pag 74.
[14] Van Dijk Teun A. Dominación étnica y racismo discursivo en España y América Latina. Editorial Gedisa. Barcelona España. 2003.
[15] García Canclini. La globalización imaginada. Siglo XXI Pag 82.
[16] Hoy la política migratoria que sigue el poder ejecutivo es una de regulación, es decir aquella que busca: incidir sobre flujos migratorios establecidos, restringiendo su movimiento, canalizándolo o facilitando el desplazamiento y cuyos objetivos específicos son: la restricción de la movilidad, facilitación de la libre circulación. Existen otras políticas migratorias como: Políticas de retención, de promoción, de recuperación y de incorporación que se aplican hoy en países desarrollados y que buscan objetivos más complejos que la mera regulación.
[17] Corrido popular mexicano.
[18] Camus Albert. El extranjero. Alianza Editorial. Madrid España 1998.
[19] Camus Albert. El hombre rebelde. Editorial Losada. Buenos Aires. Argentina. 1996
[20] Berman Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Editorial Siglo XXI. México 2003.
[21] Al respecto Benjamín: Nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo “actual”. La crisis económica está a las puertas y tras ella, como una sombra, la guerra inminente” Benjamín Walter. Concha Fernández Martorell. Montecinos Editor. Barcelona España. 1992.
[22] Kristeva Julia. El porvenir de una revuelta. Seix Barral 2000. Barcelona. España.
[23] Nosotros, extranjeros. Una mirada a los inmigrantes peruanos desde el programa Puente en la comuna de Santiago. Universidad de Chile. Facultad de Ciencias Sociales.
[24] Matus Teresa. La intervención social como gramática. En Lógicas y modelos de intervención social. Material de trabajo. Universidad de Chile.
[25] Fernando Pessoa. Libro del desasosiego. Emece editores. Buenos Aires. Argentina 2000.

No hay comentarios.: