Cuando todo aquello haya terminado, cuando el jardín haya florecido y los muebles hayan encontrado su lugar, los rigores del viaje habrán sido conjurados, pero en este atardecer cada una de sus migraciones palpita en sus venas.
Bullet Park John Cheever.
Bullet Park John Cheever.
Hacer al Otro parte, ser parte de Otro en un único transcurso asumiendo que el nexo entre nosotros es el lenguaje, su posibilidad la narración y especialmente que los términos en que nos exponemos no son intercambiables.
Que nos sirva, esta vez, la cocina como matiz y taller en que velar el registro de la alteridad en ella. Proponemos una metáfora: la cocina territorio de alteridad.
Los ingredientes
..mi madre me recitó los ingredientes de memoria mientras se arreglaba para ir a trabajar, dos kilos de patatas, tres huevos, pana rallado, salsa de tomate, tres latas de atún al natural…
-¿Cuánto pan? –le pregunté.
-Pues no sé..-me contestó, sin apartar la vista del espejo-. Un par de puñados.
-¿Y cuánto tomate?
-El tomate se echa a ojo.
-¿Cómo que a ojo?
Receta de verano.
Almudena Grandes
Anidado en la nitidez del intercambio, aunando a ambas fugas, palpitan las migraciones posibles y las acontecidas, como heridas, en ambos dialogantes. El lector los observa desde su permanente e impreciso imperio.
El alimento se transa a través de alusiones, es improbable y a la vez sencilla la receta que se propone, es la medida la imposible, el secreto que se debe buscar como combinación del misterio culinario. Aceptar que se ha de llevar adelante una empresa (culinaria) imposible y por ello real.
Los ingredientes son identificables y sin embargo su probable combinación resulta incierta.
Alimentar constituye poner en funcionamiento, hacer circular una ausencia, una falta. Espera, ampliación del Hambre agazapada.
El alimento se encuentra en cualquier esquina, forma parte de una constelación simbólica imantada al olvido, tránsito, fugacidad evidente y por lo mismo anclada en su evanescencia.
Estás presente y sin embargo es un rastro el que percibo en el suceder de la mecánica orgánica:
Alimento para desesperados: supermercados que en su exuberancia acaudalan al que ya se ha instalado para siempre a vivir en el deseo de otros, habitante solitario que pugna en su atalaya con su sombra en el crepúsculo del centro comercial. Le han dejado solo. Vuelve una y otra vez a completar un vacío, hace gala de un deseo deshabitado, a la medida justa de su imposibilidad.
¿Qué va a ser de nosotros?. ¿Es que no somos acaso alimento los unos para con los otros?.
Nuestras presencias nos irradian hacia la lejanía. Es el viaje el soporte imposible en el que nos cimbramos para no caer. Entre nosotros nos hayamos y corregimos.
Nos alimentamos de lo que somos. Una manifestación de la salud la encontramos en el Deseo, en el apetito:
El vapor se cuela entre mis rodillas
ojos enrojecidos
humea la cacerola
la mano busca al ajo
coge la papa
pica la cebolla
crujen los canastos
Desde la cúspide de mi tabla
de cortar carne
repito
el vapor se cuela entre mis rodillas
Crónica (desde la cocina)
Heddy Navarro
Desear al otro pues es desear alimentarnos de él, dejarnos seducir por su presencia nutricia, percibir la variedad imposible de asir y, a la vez, una cerrada satisfacción de ese imposible.
¿Es que somos siempre otros sin ser nunca nuestros en esa donación?
Alimentándonos de la diferencia, haciéndola parte del cuerpo que habitamos es como nos encontramos definitivamente en Nosotros, ya no escindidos sino ampliados, enriquecidos por una apropiación invisible e inaprensible: la maquinaria del gusto y el Otro, el donante, el pasajero, el extraño que nos satisface donándose y donándonos a él. Entonces se suspende la apariencia del nexo y el convexo, hay solo Deseo.
Y es en esa donación que se hace plausible la alteridad, en ese registro culinario es en el que adquiere contenido la presencia del Otro y encuentra una posible dirección a su movimiento en la comida deseada en el fortuito acontecimiento de la satisfacción sin fondo que nos dona el Otro en la comida.
Le estamos agradecidos y en él encontramos la paz en que se fraguan nuevos deseos. Cae pues la Frontera y se desdibuja una propiedad: emerge un saber culinario que no es técnico sino mixtura, encuentro y descubrimiento del llamado del Otro.
Una forma radical de experimentar la alteridad puede, entonces, encontrarse en gustar y cultivar el Deseo culinario por el Otro (más allá de la cristalización formal ritual que adquiere su presencia invisible en la calle que compartimos sin Desear/Nos), en gustar de esta forma su presencia que no se deja atrapar por la tecnología sino que, cuando se la pretende asir, nos remite a su matriz imaginativa: la cocina, y a quienes en el anonimato la ocupan, una factoría de cruces, texturas y aromas que nos hablan de lo Otro por ello más bien nexos y puertos que nos conminan a partir.
¿Donde se produce la alteridad, entonces, este alimento que deseamos sin conocer?
En la cocina.
Cocina, espectro en el que se sitia a la tradición, en el que se fraguan las intimidades y encuentran su flujo los hallazgos entre productores simbólicos.
Maquinaria que segrega subjetividad, espacio a ser dilucidado por el conjunto de seres que a esta hora penetran en el laberinto al encuentro del minotauro y encuentran el Deseo.
Ni canibalismo ni hostias hallaremos en las cocinas, menos aún excentricidades mercantiles. Más bien la opacidad que otros tiempos le dan a un saber que habita los extramuros de las academias. Esbozos y cartografías del ánimo y su certeza inconsistentemente encontrada. Trastos, ollas y materiales inertes que aguardan la hora de ser conminados y llamados a la batalla silenciosa que trama deseos, performa y crea un sitio para un hogar.
Nos instalaremos un momento allí donde parece que todo se hallara expandido, un ojo, una lengua y la piel en lo que se fragua. La cocina es tecnología, saber y dominación mercantil que brinda estatus, pero al mismo tiempo que es posibilidad de alteridad frente a la perspectiva de la alimentación.
¿Cómo se consigue esa posibilidad comprensiva? Se encuentra al eliminar la competencia y el valor de cambio del proceso de creación del alimento en la cocina. No hay chef sino creación colectiva del sentido culinario. Las posibilidades cambian sobre el equilibrio que encuentra el proceso de cocina entre quienes manejan ollas, cuchillas, sangre y carne.
De la muerte de la naturaleza ante el hombre emerge la posibilidad de crear sentido colectivo y dirección al saber culinario y al entramado de conversaciones que surge entre quienes participan, cada cual de ellos con una tarea, a la construcción del acontecimiento alimenticio que les brindará la posibilidad de ser partícipes de una experiencia de alteridad facilitada por el dispositivo cocina.
Comer lo que preparamos, prepararnos para comer al Otro, a ese gran ausente, esa gran presente. Tránsito, estela, comienzo y fin de la experiencia.
¿Dónde encuentra sus potencias el simbólico comida?.
Se encuentran en el compartir la diferencia del saber culinario, sus matices y direcciones. Es entonces que se deja operar al deseo y él opera sobre nosotros que compartimos el espacio simbólico al tiempo que le creamos.
Evanescencia del acto. Inmanencia.
Nos alimentamos del paisaje.
“Si, desayunaos con café oscuro con huachucho, diciendo: “revueltón anda el día, como que llueve y no llueve” Pablo De Rokha
La muerte gran cocinera.
“Cuando un “cristiano” de Rauco se muere, lo primero que debe hacerse es tomarse un taco bien largo del asoleado, y enviar a la familia una gran cabeza de chancho para el velorio”
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