miércoles, 24 de febrero de 2010

Intervención social, artificio y estética

He planteado en otras columnas mi opinión contraria a la naturalización de la intervención social, hoy defenderé lo que se me aparece como el carácter artificial de ella enfatizando su carácter estético.
El carácter artificial de la intervención social encuentra su explicación más radical cuando vemos “afanarse en lo social” a sus artífices. Contemplar la fabricación de servicios sociales, es decir, el paso de la potencia al acto, constituye un remedio contra la soberbia y también una inquietud que rara vez nos abandona después de la experiencia. Impresiona la puesta en escena tanto como el público.
Imposible generalizar sobre lo que se lleva adelante cuando se hace intervención social, en este sentido, su estatuto epistemológico, por ahora, quedará relegado al mundo de las ideas y nosotros nos quedaremos, por ahora, en tierra. Aristóteles dixit.
Lo que observamos es sencillo y complejo: el devenir de la intervención, en otras palabras, su génesis interna. Esta afirmación tiene dos consecuencias.
En primer lugar no observamos lo que una intervención social es en sí y por sí misma; tampoco podemos decir de qué se trata verdaderamente. Más allá de ambas imposibilidades concentrémonos, por ahora, en lo que se hace frente al público.
Lo que caracteriza al artífice de intervenciones sociales es la creación de intervenciones sociales, y sin embargo no basta con ello, pues estas no parecen agotarse en sí mismas. Preguntamos entonces: ¿cuál es el propósito de su creación?, ¿es ella por sí misma o es un medio para lograr otra cosa?. Si se responde a la pregunta segunda, el artífice creará intervenciones para que ellas sirvan a las personas, a la manera del artesano que fabrica cacharros para que otras personas beban agua en ellos. A su pesar y satisfacción, la labor del artífice no se agota en ello. ¿Hay alguna dimensión que agregue valor a la creación y que posea un estatus similar y diferente al uso?.
Yo pienso que a la intervención social le es consustancial la belleza. La belleza no es contingente en el lugar donde sucede el acto, puesto que el problema de la necesidad de la intervención social fue resuelta en favor de ésta; tampoco es un remanente, puesto que acontece en el momento en que se perpetra la intervención.
Es posible distinguir la pericia del artífice en su obra (más allá del utillaje y del estilo imitado u original en juego), es posible también diferenciar entre intervenciones sociales cuyo propósito de creación se resuelve en su mera existencia y otras en que la disciplina del artífice está puesta también en embellecerla.
Tal vez y, concluyo con esta afirmación, -a fin de evitar aburrir a mi limitada audiencia- en este afán estético se encuentre el verdadero fundamento que lleva a afanarse en algo tan evanescente como lo social. Por ahora, sigue siendo una cuestión mínima, modesta y personal. Imposible exigir belleza como exigir accountability a las agencias.

Ángel Marroquín Pinto
Magíster en Trabajo Social
Pontificia Universidad Católica de Chile
aamarroq@uc.cl

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