Tal vez uno de los rostros menos iluminados por el fulgor mediático que se ha desplegado a propósito de esta catástrofe sea el de los inmigrantes y refugiados, frente a ello no puedo dejar de preguntarme ¿por qué?.
El día 27 de febrero falleció una mujer de nacionalidad peruana con su pequeña hija en brazos, vivía al interior de una pieza construida con adobe en condiciones, por usar uno de los eufemismos de moda en política social ultramoderna, precarias.
La situación de los inmigrantes en Santiago era conocida por las autoridades –y los ciudadanos en general-, pues fue profusamente investigada por programas de televisión sensacionalistas con la característica y malsana curiosidad con que satisfacen los apetitos de su audiencia.
Ninguno de los últimos tres alcaldes con que ha contado el municipio de Santiago ha impulsado medidas de recuperación social de esas viviendas. ¿por qué?: porque una gran parte de los electores de esos representantes públicos, son (aún cuando se empeñan en ocultarlos), nacionalistas recalcitrantes. Seguramente también y, sin complejos, son impulsores de iniciativas católicas de ayuda social.
La grave situación de desamparo en que se encuentran inmigrantes y refugiados no hace sino aumentar debido al exacerbado nacionalismo imperante hoy. Esto facilita que el tipo de ayuda que reciben sea caritativa y, por lo tanto, sujeta más a la buena o mala voluntad de los creyentes y su voluble conciencia, que a aquella que reciben, sin discriminación y bajo iguales términos y calidad, cualquier ciudadano damnificado.
El municipio de Santiago cuenta con recursos limitados, es cierto, y también interesado en apoyar a electores y no a extranjeros residentes en la comuna. Esto bajo la anuente y correcta mirada de los primeros. No ha sido raro escuchar a refugiados o inmigrantes comentar: “he ido al municipio y me han dicho que hay ayuda sólo para chilenos”.
Esta clase de situaciones se encuentran a la altura del pillaje llevado adelante por el lumpen, el acaparamiento de la clase privilegiada, la negligencia y pereza del funcionariado político.
Ahora que se acerca el bullicio del circo humanitario vale la pena recordar que eso que llaman solidaridad es para todos o para nadie.
Ángel Marroquín Pinto
El día 27 de febrero falleció una mujer de nacionalidad peruana con su pequeña hija en brazos, vivía al interior de una pieza construida con adobe en condiciones, por usar uno de los eufemismos de moda en política social ultramoderna, precarias.
La situación de los inmigrantes en Santiago era conocida por las autoridades –y los ciudadanos en general-, pues fue profusamente investigada por programas de televisión sensacionalistas con la característica y malsana curiosidad con que satisfacen los apetitos de su audiencia.
Ninguno de los últimos tres alcaldes con que ha contado el municipio de Santiago ha impulsado medidas de recuperación social de esas viviendas. ¿por qué?: porque una gran parte de los electores de esos representantes públicos, son (aún cuando se empeñan en ocultarlos), nacionalistas recalcitrantes. Seguramente también y, sin complejos, son impulsores de iniciativas católicas de ayuda social.
La grave situación de desamparo en que se encuentran inmigrantes y refugiados no hace sino aumentar debido al exacerbado nacionalismo imperante hoy. Esto facilita que el tipo de ayuda que reciben sea caritativa y, por lo tanto, sujeta más a la buena o mala voluntad de los creyentes y su voluble conciencia, que a aquella que reciben, sin discriminación y bajo iguales términos y calidad, cualquier ciudadano damnificado.
El municipio de Santiago cuenta con recursos limitados, es cierto, y también interesado en apoyar a electores y no a extranjeros residentes en la comuna. Esto bajo la anuente y correcta mirada de los primeros. No ha sido raro escuchar a refugiados o inmigrantes comentar: “he ido al municipio y me han dicho que hay ayuda sólo para chilenos”.
Esta clase de situaciones se encuentran a la altura del pillaje llevado adelante por el lumpen, el acaparamiento de la clase privilegiada, la negligencia y pereza del funcionariado político.
Ahora que se acerca el bullicio del circo humanitario vale la pena recordar que eso que llaman solidaridad es para todos o para nadie.
Ángel Marroquín Pinto
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