lunes, 10 de enero de 2011

Personas que no entienden.

Recuerdo la honda impresión que me causó, en una ocasión, las palabras que le oí a una persona —de alto rango en la administración pública—, que al presentársele una carta que debía ser leída a una población dijo: “es necesario bajarle el lenguaje porque la gente no lo va a entender”.

¿Qué es aquello que me impresionó? y, sobre todo, ¿por qué lo traigo hoy a este espacio?.

¿La violencia verbal expresada contra las personas que componen la “población” y que se expresa en una disminución del lenguaje?, ¿la existencia de un empobrecimiento del idioma que les sería esencial a las personas que viven en las poblaciones?. No.
Lo que le impresionó fue el hecho constante de: basar las intervenciones sociales en el empobrecimiento y también una cierta lógica “abajista” que se expresa en ellas.
Que las intervenciones se basen en el empobrecimiento quiere decir que se encuentran centradas en una lógica en la que la pobreza es el foco de atención y su superación el objetivo. Pobreza no es desigualdad.

Así como a nadie se le ocurriría dirigirse a un dilecto grupo de “pobladores” de Las Condes o Vitacura, sin un refinado uso del idioma español (a estas alturas más cercano al spanglish), tampoco se le ocurriría pensar que las condiciones sociales iniciales para un niño nacido en una población del extremo oriente y una del extremo ponientes de Santiago, es la misma.

En los países altamente desiguales como Chile, la trayectoria vital se encuentra marcada (a sangre y fuego) por la desigualdad. Por eso, cuando este señor dice: “no van a entender”, está actuando con sentido común, sin embargo, sin razón.

Si el foco no es la pobreza, sino la desigualdad social, el concepto de oportunidad cobra sentido. Es posible comprender, medir la desigualdad y actuar sobre ella.

Actuar sobre la desigualdad quiere decir que cuando se orientan intervenciones hacia las “poblaciones empobrecidas” estas deben contar con un alto nivel de sofisticación, puesto que se proponen actuar en contextos complejos, cambiantes y que ya han sido previamente “colonizados” por muchísimas intervenciones previas (muchas de ellas caras e inútiles).

No es factible pretender combatir la desigualdad social con empleos mal remunerados o con escuelas de baja calidad, a la extrema desigualdad sólo se la combate con intervenciones de alta calidad.

Puede ser que no todas las personas entiendan un lenguaje “elevado”, así como puede suceder también que no todos los operadores sociales sean capaces de comprender lo que hacen, sin embargo, los operadores sociales tienen la obligación de usar el lenguaje y el idioma en toda su potencialidad para llevar adelante intervenciones sociales capaces de levantar oportunidades de calidad.

Ángel Marroquín Pinto
Magíster en Trabajo Social
Pontificia Universidad Católica

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